26.6.21

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado. Mr 16.16

Una mirada no profundizada en las escrituras podría conducir a una evitable eixegeses en la que se presenta el bautismo como elemento indispensable para la salvación. Y claramente el texto lo que plantea es demonstrar la importancia del bautismo sin, pese a ello, incurrir en una glorificación de este. Condicionar tajantemente la salvación al bautismo resta implícitamente el poder del sacrificio del Cordero.

Podemos destacar en el texto estudiado tres puntos importantes: Fe, Bautismo, Salvación y Condenación. Y sobre estos 4 temas vamos a discurrir.


Fe

Sobre la fe, podemos destacar tres cosas importantes:

“Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.” He 11.1

Y:

“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” Ef 2.8

Y:

“Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.” Ro 1.17


Bautismo

El bautismo es un acto de fe que es precedido de frutos observables:

“Al ver él que muchos de los fariseos y de los saduceos venían a su bautismo, les decía: !!Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento” Ro 3.7,8

El mayor ejemplo nos dio el Señor Jesús:

Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él. Mt 3.13

Representa la muerte y resurrección de Cristo:

Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. Ro 6.4

El bautismo por si solo no puede salvar al pecador:

El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo. 1 P 3.21

La fórmula del bautismo invoca la trinidad:

Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Mt 28.19


Salvación:

Solo en Jesús hay salvación:

Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos. Hch 4.12

Pece a que la recibimos por gracia, sin intervención de obra humana, una vez salvos debemos cuidarla para no perderla:

Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor. Fil 2.21

Y

¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron. He 2.3

La salvación está disponible a todo ser humano:

Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres. Tit 2.11


Condenación 

El infierno existe y es un lugar real:


¡Serpientes, generación de víboras! ¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno? Mt 23.33

Solamente aceptando a Jesucristo y su evangelio podremos escapar de condenación:


Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Jn 3.19

Y

De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida. Jn 5.24

No hay condenación para el fiel y espiritual en su conducta:

Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Ro 8.1

Todos los impíos están destinados a la condenación eterna:

Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo. Jd 1.4

 


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