3.9.16

¡Locos profetas de Israel!


En un ambiente espiritual preocupante, en que vivimos hoy por hoy, se hace más necesario que nunca el dejarnos guiar por la palabra profética, más poderosa que espada de dos filos.

El tema central, de esta vez, es “Los profetas locos”, tomando como base Ezequiel 13.

Dios llamó a los profetas de Israel “locos” y así comenzó su fuerte denuncia en contra de estos astutos engañadores. Una palabra que proveniente de un Dios santo en contra de los falsos oráculos de su pueblo. Ya en el versículo 2, el Señor los llama mentirosos y de imaginación fértil; seguían a su propio espíritu y hablaban “yo vi” cuando para nada había visto algo.

(Hoy es tan común oír: “Yo vi un ángel” o “Yo vi un hombre de blanco”, “Yo vi eso”, “Yo vi aquello”, sin ningún provecho, solamente para impresionar, charlatanes de la fe e soñadores vanos. Cuando usted escuchare alguien decir: “Dios habló conmigo”, repetidas veces, comience a dudar).

En el versículo 6 la denuncia comienza ampliarse y el Señor llama de “Vanidad” a todo lo superficial, efímero y frívolo en las revelaciones de los profetas de Israel. Vale recordar lo que dice el apóstol de los gentiles, ciertamente inspirado por el Espíritu Santo: “Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho.” (1 Co. 12.7). En otras palabras, el Espíritu Santo no pierde el tiempo con tonterías.

(Es tan común oír profecías vacías, como si Dios estuviera pendiente de bobadas, por ejemplo: “Dios me reveló el color de la ropa”, “Dios me dice que quiere flores azules dentro de su casa”, la lista de naderías es enorme).

Tras la promesa inicial de derramar la ira divina en los versículos 8 y 9, más un signo de los locos de Israel, se observa en el verso 10. Ellos profetizan “paz” cuando Dios habla de “guerra”, estos embusteros solo anunciaban “bendición” para “cazar las almas”. Cuanta similitud con los falsos profetas del Nuevo Testamento: “Porque de éstos son los que se meten en las casas y llevan cautivas a las mujercillas cargadas de pecados, arrastradas por diversas concupiscencias.” (2 Ti. 3.6).

(Simplemente tenga mucho cuidado cuando un profeta solo habla de bendición, no caiga en ese engodo. Ame los que predican y los que anuncia las duras verdades del evangelio de Cristo, los que cuentan la historia completa. Rechace a los predicadores pijoteros que solo predican fábulas e historias de victoria, cuando lo que más los oyentes necesitan escuchar es: “Arrepiéntase”.)

El contenido del v. 9 no podría ser más preocupante, los profetas de Israel se vendían para profetizar y eran capaces de profetizar y de prometer en nombre del Señor hasta mismo la misma vida para los que eran dignos de muerte, con el fin de alcanzar algún beneficio personal. Pedro advirtió la iglesia en contra de estos engañadores: “ Tienen los ojos llenos de adulterio, no se sacian de pecar, seducen a las almas inconstantes, tienen el corazón habituado a la codicia, y son hijos de maldición.” (2 P. 2.14). Seguramente ¡ay! de los que profetizan por dinero.

En las escrituras sagradas, un profeta era aquel que hablaba por Dios, obvio, siempre la verdad, sea ella agradable o no. Y no podemos olvidar que denunciar el pecado, era entonces (aún es) “marca registrada” de todo profeta Mal. 3.8. Más la promesa es fiel: “libraré mi pueblo de vuestra mano” (Ez 13.23b).

¡Dios librará a su pueblo de esa escoria! En todas las épocas, Dios ha levantado en medio de su pueblo a verdaderos profetas, hombres y mujeres que han sido usados por el Señor para denunciar el pecado y consolar a su pueblo. ¡Hoy no es distinto! ¡Dios aún tiene a los suyos! Él siempre mantiene una luz encendida, en medio de la oscuridad para que los fieles no se confundan. Que el Señor bendiga a sus profetas, que Dios haga multiplicar el don de profecía dentro de la iglesia y haya un verdadero movimiento del cielo, llenando la iglesia del Espíritu Santo para la gloria de Jesucristo.


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